jueves, 2 de enero de 2014

¿Qué pasaría si no existiesen el teléfono y los coches? - Reflexiones de poste y azotea - Annie Altamirano

Creo que para un amplio sector de la sociedad, mi parentela y amistades incluidas, sería un drama existencial. Vamos por partes, porque no para todos la ausencia de estos dos elementos representaría el peor castigo de su vida, pero que los hay, los hay.

 Veamos qué pasa con el teléfono, artilugio útil sin duda y en este momento, nadie concibe la vida sin teléfono. Que no tiene teléfono, dices? Pero qué es ese tío, alguna clase de hippie o de ermitaño? Nadie decente va por la vida sin teléfono, aunque mas no sea un fijo. Pero hay gente que es teléfono-adicta, todo lo hacen por teléfono: la compra del super (me pregunto cómo eligen los tomates), la cena (gracias a Dios por el “delivery”), la consulta médica (Ay, doctor, es que sabe usted que me siento tan débil que ni puedo levantarme de la cama. ¿A usted le parece que si tomo esas píldoras que me recetó la última vez se me pasará?) y lo que es peor, las visitas sociales.

Yo tengo dos amigas que se empeñan en prodigarme visitas telefónicas, nunca inferiores a 30 minutos. Claro que lo hacen con la mejor de las intenciones, como yo estoy tan ocupada toda la semana, ellas me ahorran la ida hasta su casa. Pero lo terrible es que se eligen cada horario! Convengamos en que no es fácil encontrarme en casa, y como lo saben, me llaman al mediodía o a la noche, justo cuando estoy friendo papas o preparando caramelo para un flan. Y por mas indirectas que sueltes, la visita sigue y sigue.

 -Bueno, mira, la sartén está a punto de levantar vuelo así que tengo que cortar.
-Sí, por supuesto, querida. ¡¡¡Ay!!! ¿Te conté lo que me pasó con la sartén la semana pasada cuando preparaba la cena? Te cuento, había invitado a ............
Y dale que va. No se dan por vencidas jamás.

Imagínense a esta gente cuando un viernes a la tarde descubren que su teléfono ha muerto. Levantan el auricular y nada. Silencio total. Y cuando llega el técnico les dice que hasta el lunes no se puede hacer nada. ¡¡¡Todo el fin de semana sin teléfono!!! Se les comienzan a inyectar los ojos en sangre, les transpiran las manos, tienen escalofríos, un temblor inmisericorde les recorre el cuerpo y un fino hilillo de baba comienza a caer por las comisuras de la boca. Y en el paroxismo del síndrome de abstinencia, se prenden al telefonillo del portero eléctrico y comienzan a parlotear frenéticamente para asombro de los transeúntes.

Típico de las mujeres! Sentencian los hombres. Es cierto. Hay que reconocer que esta adicción es más común entre las mujeres pero, ¿qué pasaría si no existieran los coches? Seguramente las tres cuartas partes de la población masculina occidental se transformaría en eunuco parcial. ¿Cómo un eunuco parcial? Sí, querida mía, eunuco parcial, porque para el hombre su coche es su tercer huevo.

El hombre y su coche son como Batman y Robin, Laurel y Hardy, Mortadelo y Filemón, el café con leche con medialunas o el chocolate con churros. Son inseparables. Siempre habrá excepciones pero quién no ha escuchado ( o sufrido ) la siguiente situación:

-¿Vamos, querido? Ya estoy lista.
-Sí, ya llamo un taxi.
-¿Un taxi? ¿Para qué si el coche está en la cochera y lo único que hay que hacer es pillar el ascensor?
-¿Estás loca? ¿Has visto cómo llueve? Sólo a una mujer se le puede ocurrir sacar un coche con esta lluvia. ¿Tú sabes cómo queda el motor cada vez que pasa por un charco? A ver si te sacaba a ti caminando en esta lluvia con tus zapatos de diseño. ¿Tú sabes lo que cuesta este coche? - cámbiese el acento español por el argentino, colombiano, o traduzca al francés o al italiano, será lo mismo-. Y tú mientras tanto mascullando
-¿Y para qué está el coche sino para que no me moje o no me parta de frío? Y si sabré lo que cuesta. Por culpa del coche los zapatos de diseño los veo sólo en las revistas.

Segundo acto de la obra “El tercer huevo”. Tú planchada en la cama, tus ovarios en estado de insurrección total y, por más empeño que pongas, no te puedes levantar porque no puedes recuperar la vertical. Vas de la cama al baño a 90º con respecto a tus pies y ni así.  Joder, tía, que Dios debe ser machista.
-Cariño, por favor vete a la farmacia y tráeme una tonelada y media de pastillas de ibuprofeno super concentrado, que no doy más.
Y cariño no responde. Sigue concentrado en la agenda telefónica, pasando las hojas con frenesí asesino.
-Que yo lo tenía aquí anotadito. Joder, macho, será posible que no pueda encontrar el número. Relájate, Roberto, que son los nervios. En una emergencia y hay que conservar la cabeza fría.
Y tú, inocente, con una sonrisa comprensiva y llena de amor le dices: Mi amor, no hace falta que llames a emergencias. Es sólo la regla. Esto se soluciona con ....
-¡Qué emergencias ni emergencias! Estoy buscando el número de Juanma.
-¿Juanma?
-El mecánico, tía, el mecánico. Así sois las mujeres, el único número que conocen es el del estilista. Esto es serio. Hace un momento puse en marcha el coche y hace un ruido que no estaba allí ayer cuando lo guardé. Parece que una colonia de grillos invadió del motor. Y así no puedo ni moverlo del garage. ¡Ahhh! ¡Aquí está!

Y allí se va, aliviado porque encontró el número de Juanma que le salvará la vida a su tercer huevo. ¿Y tú? Bien, gracias, aquí, con los ovarios en crisis.

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