Aquí el texto de la dramatización escrita por Luis gutiérrez Barrio para el Aquelarre Literario del 20 de julio.
LUIS.-
¡Godo! Deja de husmear, ¿Qué buscas? Ahí no hay más que basura. Estos
saltimbanquis se marchan y dejan todo a medio recoger. Más de quince días hace
que se fueron y aun está ahí esa tinaja. - ¡Godo, te digo que la dejes, vamos!
CARLOS.- El perro estaba inquieto, nervioso, saltó sobre la tinaja
y esta rodó por la escalera de granito por la que se accede al patio interior.
En el chocar constante con los peldaños, la tinaja se rompió en mil pedazos,
dejando a la vista, lo que parecía el cuerpo de una persona.
LUIS.- ¡Dios mío!
CARLOS.- Exclamó el hombre con un grito que apenas acertó a salir
de su garganta.
Las manos le temblaban de tal manera que a duras penas acertó a marcar
el 091.
CARLOS.- El forense dice que debe llevar muerto un par de semanas.
Les hemos llamado para que lo identifiquen, porque la tinaja es de ustedes ¿no?
TOÑO.- No, nosotros la utilizamos para nuestro espectáculo, sobre
el Marques de Villena y la Cueva de Salamanca, pero no es nuestra.
CARLOS.- Los dos representantes de la compañía, un hombre y una
mujer, se acercaron hasta el cadáver
ANNIE.-
Sí, es él.
CARLOS.- Exclamó la mujer a la vez que
rompía el silencio de la morgue con un sonoro sollozo.
El hombre, sin decir
nada, asintió intentando simular sorpresa
ANNIE.- ¿Cómo ha sido?
LUIS.- El forense dice que fue envenenado.
ANNIE.- ¡Envenenado! (Increpando al hombre) Ya te decía yo que él
era incapaz de huir, y mucho menos llevándose nuestro dinero. Si le hubieras
conocido como yo, no pensarías eso de él.
TOÑO.- (Entre iracundo y cínico) ¡Sí, ya sé que le conocías muy
bien! Demasiado bien.
ANNIE.- ¿Qué insinúas?
TOÑO.- Ya sabes a que me refiero.
ANNIE.- No sabes lo que dices... ¿No me
dirás que sentías celos?
TOÑO.- Sí, claro que sí. Muchos fueron los motivos que me disteis
para que los sintiera.
ANNIE.- ¿Pero no te dabas cuenta de que si conmigo era cariñoso, lo
era aún más contigo?
TOÑO.- Claro que me daba cuenta, y me repugnaba, pues conocía sus
intenciones.
ANNIE.- ¿Sus intenciones? ¡Que sabrás tú de sus intenciones!
TOÑO.- ¿A caso crees que no os he visto más de una vez, hablando a
solas, a escondidas, ocultando vuestra conversación? La última vez fue la tarde
de nuestra representación en la Cueva.
ANNIE.- ¿Y qué oíste?
TOÑO.- No me hizo falta oír nada, sólo con veros fue suficiente.
ANNIE.- ¡¿Suficiente para qué?!
TOÑO.- Para nada, son cosas mías
ANNIE.-
¿Cosas tuyas? Me parece que es algo más que cosas tuyas
TOÑO.- ¡Déjame en paz te digo!
ANNIE.- No, no he dejarte en paz, hasta que me digas qué es eso de
cosas tuyas.
TOÑO.- ¡Te digo que me dejes!
ANNIE.- ¡Ah! me estoy temiendo…
TOÑO.- ¡Cállate de una vez!
ANNIE.- (Entre sollozos) No sé si creer a mi corazón que algo
horrible me anuncia, dios quiera que me equivoque. Él me hizo prometer que
nunca te diría…ahora nada importa.
TOÑO.- ¡¿De qué estás hablando?!
ANNIE.- Hace tiempo, al poco de incorporarse a la compañía, le
sorprendí llorando. Tenía en sus manos, unas cartas y unas fotografías de un
niño y una mujer. Me hizo jurar que nunca te lo diría.
TOÑO.- ¡¿Qué nunca me dirías qué?!
ANNIE.- Que aquellas cartas eran de tu madre y las fotografías… las
fotografías eran tuyas. Todas las noches leía las cartas y miraba las
fotografías, mientras unas lágrimas asomaban a sus ojos.
TOÑO.- ¡¿No querrás decir que este hombre era…?!
ANNIE.- Así es, y esa tarde que me viste con él, me dijo que quería
hablar contigo, que había quedado para verte en la Cueva, después de la
representación. Quería contártelo todo y entregarte sus ahorros para que
pudiéramos hacer frente a los gastos que desde hace tiempo nos agobian.
CARLOS.- El hombre cayó de rodillas a los pies del cadáver, rompió
en amargos sollozos, mientras repetía una y otra vez:
TOÑO.- ¡Dios mío que he hecho!
No hay comentarios:
Publicar un comentario