Vamos a ver, hagamos un ejercicio
reflexivo de sensatez. La parentela de la esposa de uno nada tiene que ver con
la acepción “pariente” en el sentido positivista del término. Habida cuenta de
que hay hermanos que se llevan a matar. Digamos, pues, que esta frase, en cuya
parte final observamos una palabra de popular acogida en el submundo del
improperio, contiene un recoveco lingüístico de evidente malababa. De hecho en
sí misma acoge un tácito desprecio a la familia de la “santa” de parientes menos
directos, hijos nacidos de los hermanos de la señora consorte. Dicho esto, el
asunto no tendría mayor importancia, si no fuera porque en el significado doloso
de la observación se intuye un ligero sarcasmo al variado pelaje que constituye
el mundo de los cuñados, universo éste propio desde tiempo inmemorial a la
chanza y a la guasa. Conclusión: como alusión chistosa y burlona con los amigos
en la barra del bar resultará reíble. En la mesa, a la hora de comer, mejor
abstenerse.
Toño Blázquez
Sólo hay un problema, casi todos somos el primo(a) de la mujer de alguien... :))
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